Tenía tres años cuando Francia le concedió la independencia a su Protectorado marroquí y España entregó un norte bereber a un Sultán que en cuanto pudo los machacó. Pero entonces la historia se escribía con tinta militar y a toque de cornetín y en mi casa los recuerdos siempre acudían a las conversaciones sobre aquel tío-abuelo que desapareció en una lejana tierra llamada Rif. Ya adolescente, en Huelva, con la mirada en las “Misiones” acumulaba sellos de unas tierras lejanas que me hablaban de aventuras en Ifni, Sahara Español o Guinea Española. ¡Qué iba yo a saber nada de aquello! Y sin embargo, se quedaron impregnados para siempre en los recovecos de mi memoria. Hoy, mirando hacia atrás no solo quedan recuerdos, sino sentimientos, a pesar de que no conocí casi ninguna de aquellas tierras que me evocaban mi infancia y adolescencia.El gran salto, tras los avatares que conforman mis vivencias, me llevó en mi última etapa profesional en RTVE a tener la oportunidad de dirigir Documentos RNE y ante la ignorancia que mostraban sobre unos tiempos no tan lejanos muchos de mis conocidos decidí que era el momento de repasar y reconstruir todos los momentos del pasado siglo que habían condicionado las relaciones hispano-marroquíes en cada uno de los territorios administrados hoy por el Sultán-Rey y que en su día estuvieron bajo la “protección” española.
De hecho, cuando ocurrió lo de la ocupación marroquí del islote del Perejil, fui en aquellos momentos el único periodista de la mesa de dirección que sabía dónde estaba Perejil. No por nada, sino porque siempre me había llamado la atención el paréntesis fronterizo con las siglas Esp. que marcaban los mapas entorno a una islita cercana a Ceuta, consecuencia, una vez más, de mi fijación por “las posesiones africanas”.
Por razones obvias, mi primer documental versó sobre La Guerra del RIF, aquella en la que desapareció mi tío-abuelo. Un tal Abdelkrim consiguió derrotar al Ejército colonialista y fundar un Estado, con bandera y moneda, aglutinando a las tribus bereberes que no solo se oponían a España sino al Sultán del Sur. Descubrí un territorio que no quería someterse a ningún Sultán y por ello se lo conocía como "Blad es Siba", o lo que es lo mismo "trritorio no sometido". Menuda sorpresa y qué flaca memoria tenemos los españoles que hasta nos olvidamos de nuestra propia historia, en una tierra tan cercana en el norte de África. Para la mayoría de la gente Marruecos es Marruecos, y punto. Y sin embargo, Abdelkrim –quizá el hombre que haya matado a más españoles en un solo día -lo que recordamos como el desastre de Annual- sigue enterrado en El Cairo, sin volver a su Rif, porque nunca reconoció la autoridad política del Sultán y representa aún el afán independentista bereber. Solo hay que darse un paseo por Alhucemas, Axdir, Chaouen o Nador para entender a un pueblo bereber que no tiene nada ver con lo árabe y que ha sido ¿sometido? tras más de 60 guerras. De lengua tamazig y considerando al español como lengua propia, todavía es notoria la resistencia a aceptar el árabe y el francés, impuestos por las autoridades llegadas del sur arabofrancófono. Tantas las diferencias que hasta Franco intentó sin éxito crear un Estado tapón frente al nuevo Reino impulsado desde Francia, el país que marcaba –y marca- el paso en todo lo concerniente a Marruecos.
Al final, fue la primera cesión de los territorios controlados por España que se hizo a un Sultán-Rey (Mohamed V) que en vez de desarrollar el norte se dedicó a enviar a su hijo (Hassan II) a bombardear las míseras aldeas bereberes. Y a partir de entonces el olvido durante medio siglo para lo que fue el Protectorado norte español, origen del segundo documental, en el que se pone de manifiesto el apoyo de Franco a los independentistas marroquíes frente a Francia, solo para ganarse las simpatías del mundo árabe y romper así el aislamiento internacional promovido entonces por la ONU. La actitud marroquí tras la independencia fue arrojarse con amor en los brazos de Francia, ¿para agradecerle la represión que había ejercido en su Protectorado y el exilio del propio Sultán?, mientras que a España – la permisiva protectora del norte- le esperaban tiempos de desaires y guerras.
Tercer capítulo. Ahora se cumplen 40 años de la retrocesión de Ifni a Marruecos. ¿Cuántos conocen que en aquellas tierras España se vio envuelta en su última guerra, entre 1957 y 1958? Preguntar a cualquier adolescente si sabe algo de esto es como preguntar a nuestro gato, en el caso de que lo tengamos. Y sin embargo, en aquella pequeña e inhóspita franja de tierra frente a las costas de Canarias perdieron la vida casi 200 españoles. Muchos de los protagonistas, afortunadamente, viven y son quienes mejor nos pueden transmitir la memoria oral de lo que sucedió. Siempre, en mis documentales lo primero que me pregunto es porqué estábamos allí. Así descubrí que un asentamiento costero canario del siglo XV (Santa Cruz de la Mar Pequeña) es el origen de la reclamación de la soberanía de España sobre aquel territorio, lo que fue negociado y consensuado con Marruecos. La última guerra de España fue consecuencia de los afanes expansionistas del nuevo reino marroquí surgido en 1956 al reivindicar el Gran Marruecos, que comprendía no solo todas las posesiones españolas del norte de África, sino tierras de Argelia, Mauritania, Malí y Senegal. Así fue cómo nos vimos envueltos en los ataques del Ejército de Liberación promovido por Mohamed V, aquel que vio las lágrimas de Franco al entregarle el Protectorado en el que el dictador había forjado su carrera militar. Para que aquel pobre Ejército desarrapado dejara de atacarnos se cedió al Sultán el norte del Sahara hasta el río Draa, el territorio dominado por Villa Bens, hoy Tarfaya.. Nada que oponer a la entrega si el territorio hubiera sido alguna vez marroquí, pero la zona formaba parte del Protectorado sur, habitada por las tribus nómadas del Sahara que dieron los primeros hijos al Frente Polisario. Incluso para los independentistas saharauis y para no emborronar más las reivindicaciones, está asumido que este territorio marca hoy la frontera sur de Marruecos, aun cuando su legitimidad histórica deje mucho que desear.
Poco rendimiento económico sacaba España de aquellas tierras y sin embargo se construyó la ciudad de Sidi-Ifni, con un puerto y un aeropuerto que se abandonaron hace exactamente 40 años, al entregar el territorio –entonces una provincia española- a Marruecos. Las manifestaciones el pasado año de los ifneños por el abandono al que los somete el régimen centralista marroquí sacó a relucir el pasado español y la añoranza por un colonialismo caduco pero que les llevó una cierta prosperidad hoy perdida.El último episodio inconcluso –tema del cuarto documental- y uno de los más vergonzosos de nuestra historia es el abandono del Sahara Occidental. ¿Qué pasó en 1975 para que España saliese con el rabo entre las piernas de aquel territorio? Solo hay que hablar con los militares que estaban sobre el terreno para comprobar la inmensa brecha entre la disposición militar para proteger a los españoles saharianos y la nefasta actuación política supeditada a intereses económicos particulares de algunos de los ministros de Franco. Olvídense de buscar en los archivos de RTVE alguna palabra de la visita que el entonces Príncipe Don Juan Carlos realizó a aquel territorio. Han desaparecido (¿) y solo podemos saber de lo que dijo por los testigos supervivientes que las escucharon. Esa fue mi misión, reconstruir los hechos, desde el origen histórico del territorio desligado de Marruecos, como reconoció el Tribunal Internacional de La Haya, hasta los condicionantes que llevó a aquel régimen, en unos momentos muy difíciles de nuestra reciente historia, a dejar en manos de Marruecos y Mauritania un territorio habitado por Bidanis con un gran deseo de independencia, y que se vieron invadidos por nuevos Ejércitos, sin que España hiciera nada por ayudarlos. Las palabras de Felipe González en el documental prometiendo en 1976 a los saharauis que les devolvería el Sahara si llegaba al poder, vistas desde hoy son todo un tratado de cinismo político. Lo peor es que se sigue mirando hacia otro lado, sin asumir responsabilidades, como si aquello no fuera con nosotros. Y todo porque no se quiere que el vecino del sur se enrabiete y nos exija con más contundencia Ceuta, Melilla, Peñones e Islas . Bastante tenemos con la expulsión de nuestros pesqueros de las costas atlánticas africanas que siempre habíamos considerado como propias. Nadie desea una nueva guerra con Marruecos, ya hace 51 años de la última, pero los antecedentes no juegan precisamente a favor de España. No hablo de política, sino de historia.
Juan Carlos León Brázquez acaba de obtener el Premio Defensa 2009 por el radiodocumental “La última guerra de España. Ifni-Sahara 1957-1958”. Sus documentales “Sahara 1975. Bidanis en el laberinto de las arenas” y los dos bajo el epígrafe “La sombra de Abdelkrim” conforman los radiodocumentales sobre las relaciones hispano-marroquíes. Es Diploma de Honor de la Armada Española (foto) y Premio Internacional de Prensa.
Juan Carlos León Brázquez acaba de obtener el Premio Defensa 2009 por el radiodocumental “La última guerra de España. Ifni-Sahara 1957-1958”. Sus documentales “Sahara 1975. Bidanis en el laberinto de las arenas” y los dos bajo el epígrafe “La sombra de Abdelkrim” conforman los radiodocumentales sobre las relaciones hispano-marroquíes. Es Diploma de Honor de la Armada Española (foto) y Premio Internacional de Prensa.
Los dos programas podcast sobre Abdelkrim desaparecieron de la web de RNE, aunque aún conserva los realizados sobre Ifni y el Sahara, por si desea escucharlos y/o descargarlos. Otras páginas de Internet (saharalibre) conserva también los programas referidos. A través del correo documentos.radio@gmail.com facilito a quien lo solicite cualquiera de mis radiodocumentales.
1 comentario:
Juan Carlos, permíteme felicitarte calurosamente por este artículo. Como aficionado a los temas históricos, no puedo menos que agradecer este recuerdo a nuestro pasado reciente. Una parte del pasado de España que sigue envuelto, pese a que algo se conoce, en nieblas, intentos de desviar la atención, errores historiográficos y escasa voluntad oficial de conocer la verdad.
Saludos cordiales, A. Marrero
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